PARA ROGELIO
El melancólico otoño envolvió la tarde de dorado y ocre,
los rayos del sol entibian suavemente las postreras rosas,
y mientras bebo una taza de café que esta frío desde hace rato,
me pregunto por lo que aprisiona mi interior de modo tan feroz.
No comprendo esta inquietud que hasta ayer no conocía,
que humedece mis ojos sin poder impedirlo,
y que al convertirse en un amargo beso,
hace estremecer mi boca de sufrimiento,
cuando en forma de llanto la toca.
A mi lado la vida desfila como un jubiloso carnaval,
pero estoy muy fatigado para simular sonrisas y otros gestos.
No tengo las fuerzas suficientes para enfrentar
los oscuros semblantes de los que me señalan y ríen.
Me siento vacío, y esta aflicción que se clavó dentro de mí
como un cruel y frío puñal … me partió el alma.
Lanzo un suspiro, y miro a mí alrededor. ¡Hay tanto bullicio!...
Y ni un solo gesto acogedor y suave que me ayude a calmar mi dolor.
POETA Y NAVEGANTE
Hace 14 años