Para un amigo que quiero mucho.
Te sangraron las manos de tanto oprimir esas caricias,
que la fresca piel de tu amada se negó aceptar.
El mar de tus ojos se secó en el instante mismo,
en que reveló con franqueza que no te amaba.
Tu boca selló para la eternidad los besos que le atesorabas,
y hundiste en tu corazón la gélida daga del desaliento,
llamando a la muerte por su nombre y apellido,
mientras sin recelo la mirabas cara a cara.
Te arrancaste de raíz uno a uno los andrajos de alegría,
para lucir orgulloso los ropajes lóbregos de las dudas permanentes,
ofreciendo en el altar de su anhelado amor,
lo mucho o poco de vida que te quedaba.
Pero cuando ella se marchó no pudo ver tu dolor,
que la fresca piel de tu amada se negó aceptar.
El mar de tus ojos se secó en el instante mismo,
en que reveló con franqueza que no te amaba.
Tu boca selló para la eternidad los besos que le atesorabas,
y hundiste en tu corazón la gélida daga del desaliento,
llamando a la muerte por su nombre y apellido,
mientras sin recelo la mirabas cara a cara.
Te arrancaste de raíz uno a uno los andrajos de alegría,
para lucir orgulloso los ropajes lóbregos de las dudas permanentes,
ofreciendo en el altar de su anhelado amor,
lo mucho o poco de vida que te quedaba.
Pero cuando ella se marchó no pudo ver tu dolor,
permaneciste firme y sin emociones ante su desprecio.
Ella nunca supo que en tu garganta,
se acallaron los sollozos que tus ojos no derramaban.
Ella nunca supo que en tu garganta,
se acallaron los sollozos que tus ojos no derramaban.
2 comentarios:
la situación es la misma, cuando el suceso es el mismo, crudo relato de un amor no correspondio, real, significativo, doloros, al fín, la misma vida en letras, tus letras, la de una POETA, que hoy dclama otros amores.
Muy bueno
Raul
sin duda al leer este escrito me llega hasta lo mas recondito...pero eso es el amor...asi de fuerte como el dolor..saludos , gabriela
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