Para Mateo
Al moverse como un duende de pies chiquitos y sonrisa grande,
por el mundo inexplorado de nuestra casa,
sus manos mágicas se convierten en pequeñas alas,
que lo llevan para todas partes descubriéndole mil asombros nuevos.
Me contempla sonriente cuando escucha que lo llamo,
y responde diciendo mi nombre en forma de trino.
Sus ojos suaves y luminosos impregnan de luz e ilusión,
a mi mirada extenuada por la aflicción y los años.
La vida fue generosa al brindarnos el maravilloso obsequio,
de este niño que tiene mucho de héroe y de mago.
Dulce Mateo, que con un sencillo gesto de sus dedos,
transforma nuestros grises días en brillantes alboradas.
Sus ojos de niño me ven como un gigante que corre,
detrás de su pequeña figura tratando de atraparlo.
Y cuando su risa escapa con la fuerza de una onda vital,
el amor que le tengo me vuelve niña otra vez.